Te das cuenta que la vida es un regalo,
que nada te pertenece
y todo te fue dado.
Que a partir de ahí
a jugar con las cartas que nos ha tocado.
Que a veces se pierde y otras se gana,
que se puede tener suerte si crees en ella,
que a veces desear mucho una cosa puede hacer que suceda,
pero otras no es suficiente y hay que correr hacia ella.
También hay veces que por mucho que las persigas
puedes darte de bruces contra el suelo,
y es que no siempre sabemos bien lo que queremos.
Andamos perdidos persiguiendo estrellas fugaces,
criaturas salvajes…
Como si éstas pudieran atraparse,
como si al vernos corriendo con nuestras redes hacia ellas
no fueran a salir huyendo
y nos mirasen con esos ojos profundos
para hacernos entender,
que no se puede
retener al viento,
ni al ave que surca
los cielos,
que la luna brillará cada noche para todas las estrellas,
porque esa es su naturaleza,
al igual que la criatura salvaje se acercará silenciosa
si nos detenemos a observar la magia de su esencia.
La libertad no cabe en estas manos que te rozan,
cuando la ilusión de poseerlo todo
esconde la certeza
de no ser dueños
de nada.
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