El día en el que te hice la pregunta de la cual temía la
respuesta,
Y tú contestaste “tenemos que hablar”
Supe que se avecinaba tormenta.
Aquel día llovía en Valencia
y yo salí corriendo de mi casa,
corriendo hacia la playa,
Corrí hasta no poder más
Hasta sentir que el corazón se me salía del pecho
Y mis lágrimas se fundían con la lluvia y el mar.
Tendría que esperar tres días hasta que tú llegaras de aquel
campamento y me dijeras lo que me tuvieras que decir.
Fueron los días más largos de mi vida, las horas y los
minutos pasaban insoportablemente lentos,
y no había nada ni nadie capaz de distraer mi atención de
aquel pensamiento…
Tampoco me sentía capaz de hacer nada productivo,
aquel verano yo tenía
que pintar los muros de un colegio, y no es que dispusiera de mucho tiempo para ello..
Pero no me veía con fuerzas, y aprovechando la excusa de la
lluvia,
que duró unos días, no volví al trabajo hasta después de
haber hablado.
Me mataba la incertidumbre.
El día que nos vimos,
por mucho que en el fondo supiera lo que iba a suceder,
intenté llenarme de esperanzas y pensamiento positivos,
creí que todo se solucionaría en un momento, que teníamos
una relación fuerte y podríamos hacer frente a cualquier contratiempo.
Pero la realidad acabó cayendo como un cubo de agua fría,
sin avisar,
para hacerme despertar.
Porque la vida, no nos da lo que deseamos, sino lo que
necesitamos, o eso dicen,
y yo entonces, no lo sabía, pero necesitaba marchar lejos,
irme a otro lugar,
perderme para encontrarme de nuevo,
y aquí es donde empieza mi viaje…