sábado, 4 de febrero de 2017

Todo empieza donde acaba

El día en el que te hice la pregunta de la cual temía la respuesta,
Y tú contestaste “tenemos que hablar”
Supe que se avecinaba tormenta.

Aquel día llovía en Valencia
y yo salí corriendo de mi casa,
corriendo hacia la playa,
Corrí hasta no poder más
Hasta sentir que el corazón se me salía del pecho
Y mis lágrimas se fundían con la lluvia y el mar.

Tendría que esperar tres días hasta que tú llegaras de aquel campamento y me dijeras lo que me tuvieras que decir.
Fueron los días más largos de mi vida, las horas y los minutos pasaban insoportablemente lentos,
y no había nada ni nadie capaz de distraer mi atención de aquel pensamiento…

Tampoco me sentía capaz de hacer nada productivo,
aquel verano yo  tenía que pintar los muros de un colegio, y no es que dispusiera de mucho  tiempo para ello..
Pero no me veía con fuerzas, y aprovechando la excusa de la lluvia,
que duró unos días, no volví al trabajo hasta después de haber hablado.

Me mataba la incertidumbre.
El día que nos vimos,
por mucho que en el fondo supiera lo que iba a suceder,
intenté llenarme de esperanzas y pensamiento positivos,
creí que todo se solucionaría en un momento, que teníamos una relación fuerte y podríamos hacer frente a cualquier contratiempo.

Pero la realidad acabó cayendo como un cubo de agua fría, sin avisar,
para hacerme despertar.
Porque la vida, no nos da lo que deseamos, sino lo que necesitamos, o eso dicen,
y yo entonces, no lo sabía, pero necesitaba marchar lejos,
irme a otro lugar,
perderme para encontrarme de nuevo,

y aquí es donde empieza mi viaje…

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