“El frío se ha hecho ciudad, y yo sólo, he aprendido a
quemarme...” Escandar Algeet
Admiro a la gente que vive en el presente,
pero me cautivan aquellas personas
que acarician sus nostalgias,
que aprenden a conducir con ellas en la guantera
y que las sacan a pasear
cada vez que las reconocen en algún lugar.
Tú decías que la nostalgia
es el arma que todos llevamos dentro
y que cada día nos mata poco a poco.
Yo creo que es la rosa seca
que regamos de vez en cuando
al acordarnos de su belleza,
sabiendo que nunca volverá a ser lo que era..
Viene siendo lo mismo más o menos,
aprender a lidiar con la ausencia
es el precio a pagar por la pérdida.
Sigo sin quitar los adornos de navidad de mi habitación,
tampoco las calles desvistieron de luces cada rincón
a pesar de que ya estemos
a mediados de febrero,
todos parecemos coincidir
en que el frío se lleva mejor así,
bajo las luces en los árboles
y la nieve vista desde una habitación caliente.
La pregunta de cuándo dejará de ser el sol tan débil
para empezar con el deshielo
sigue en el ambiente.
Es en esos momentos en que siento
nostalgia de veranos en mi piel,
de sol calentando hasta el anochecer
y de brisa de mar invitando a entrar…
El momento en que el frío
nos devuelve a la realidad,
sabiendo que de nada sirve sentarse a esperar
y que por débil que sea este sol que alumbra
al reflejarse en la nieve
el brillo que desprende nos puede cegar.
No creo que acabar con ellas sea la solución
pero tomar el control de las nostalgias
para que no te sumerjan
en la apariencia de un pasado mejor
sigo pensando que es de admiración.
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